martes, 13 de noviembre de 2007

La libertad de los libres


Como toda sana redundancia, esta también anuncia una ingenuidad: el mundo dividido en dos por principios más cercanos a la frivolidad que al instinto, y no hablemos ya de la razón o la gloria. Para todo libre existe la soltura antes que las reglas, y por eso, más que ejercer la voluntad, la reducen. Puede vérseles subiendo los pies a las sillas o agitando los dedos descalzos debajo de algún mantel que, ahí, es la cortina de un teatro bufo y socarrón. No es raro en ellos mostrar los dientes completos, como si hubieran tardado su vida coleccionando cada uno, al menor descuido de cada quien.


A los libres, recomiendo desde mi humilde esclavitud, debemos encerrarlos. Mostrarles en el ostracismo de una mazmorra que moverse no es suficiente, es solo el principio de un largo camino que termina con la mirada puesta en la oscuridad. Durante años de pronfundas meditaciones y sofocos producto de sueños sin lugar, aprenderán a contar de nuevo y recoradarán lo que los hizo ser lo que no son, lo que sin más terminarán siendo. Solo así, al abrirles la puerta para la verdadera libertad, ellos podrán demorarse un momento ahí dentro y hasta pedirle el nombre y el teléfono al carcelero, ese hombre que puede ser un buen amigo, y despedirse con el hola y el adiós de todos nosotros.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Retorno


Primero fue en sueño, sin querer precipitadamente. Lo que mi vigilia no logró esconder lo colocó mi pesadilla con detalles sin lujos, parca hasta lastimar. Otros colores, otros destinos, pero la misma fatalidad en las visceras, el mismo miedo infantil, porque en la jurisdicción del sueño no se imponen las ficciones de la madurez, eso quedó claro, yo. La calle ubicaba sus límites para indicar el fin de un nuevo principio, hasta aquí, hasta allá, nadie más entra, nadie más ha salido, me quedaba esperando con las ilusiones de un amanecer que no le deba nada a ese recuerdo. Una puerta y una casa. Personajes reales...

Un hilillo de las babas de los lamentos que me devolvieron la conciencia quedó desparramado entonces sobre cada almohada posterior. Figuras. Al desecharlas me precipitaba.

Mis pasos siempre fueron anchos, los buenos, los malos y los al revés, pero cabían en aquel derrotero transparente, le daban la forma humana de los inicios. Los ordené. Sin fruto, los dejé estarse al sol abstracto hasta que me vi cercado y entendí las trampas que la realidad supo calcarle al desvarío, al pensamiento fermentado en las aguas negras de la locura, y que ahora solo queda recuperar en otro sentido.

Volví en mis pasos teledirigidos por el dios que montó aquel escenario, que dijo que nadie más ni nada otro y mucho menos. Estuve en el mismo sitio, era el olor de sus sombras lo que hedía y no me dejaba de convencer de que un sueño sí se repite siempre que se esté atento al despertar.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Meditación trascendental


...a propósito, consiste primariamente en tomar el alrededor, barajarlo, sacar el as de espadas de encima y perder el resto, desaparecer lo que nunca estuvo: esos corazones, esos cocos, esos tréboles fijos esquinados en los límites del azar.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Verdad en las muelas


Huye, poesía, letras, yo, otro y yo por si acaso: han venido a averiguar. Quieren de tus ojos extraer sonidos para predecir los quehaceres del día y sus abortos. Quieren mediata e inmediatamente culpables culparte de toda vez cada vez que te silencie, cada vez que me ampares para perderme entre esas sombras que, calladas sobre sí mismas, no se cansan de ver que no estamos en ninguna parte más que en ti.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Movimientos degenerados


Leo las novelas echado entre sábanas entre sueños, los poemas en silencio, encogido, los dramas de un lugar a otro, junto con los personajes que en otros espacios solo me son sugeridos. Los ensayos no los leo, sino todo lo contrario. Lo mismo cualquier ciencia o filosofía: de cabeza.

Él también piensa que es una estafa


Me lo ha dicho. Las horas transformadas en billetes le parecen oasis de una geografía burocrática. Si el sonido de las monedas al caer en el fondo del cajón reemplazan al binomio tic-tac del reloj, y la antigua dicotomía entre el ser y el no ser agoniza cuando merman los ahorros de la conciencia, aunque la promesa sea una salud blanca que atenaza y resblandece compadeciendo las carencias del cuerpo, y no podamos más que renunciar cuando el final es el final del código ese, infinito y perverso que marca el perfil del héroe y lo reduce a miniserie, ni más que mirar anodadados el constante flujo de las vitaminas del capital, hay que bienvenir al etcétera, cancelar la cuenta del especialista que aguarda, con los espejuelos ajustados al cálculo, con una patada desde lo profundo de nuestro principio de inhumanidad.