miércoles, 26 de marzo de 2008

Algunas sobre la ambición por el Dr. MTC


Procura ambicionar poco, pero sobre todo amar menos.


La tristeza es el bastardo de la ambición. El legítimo es el odio.


Una vida sin ambiciones no ahorra sacrificios, solo oculta la sangre, eventualmente el puñal.


Los ambiciosos interpretan la falta de ambición como un defecto; los que no la poseen no tienen derecho a opinar sobre ella.


Ambiciona todo menos la mujer de un amigo. Eso sería redundante.


El dinero se ambiciona antes, durante y después de gastarse. El remordimiento siempre está en otro lado.


Dios nos quiso ambiciosos para vender el resto de sus pecados. El Diablo prefiere cien veces la humildad por su silencio.


El viejo no debe cejar en la consecución de sus ambiciones por la cercanía de la muerte; todo lo contrario, solo ella puede darles algún sentido.


Un niño con ambiciones se ve más adulto. Un adulto sin ambiciones se ve más infantil. Aunque no crece, la ambición con los años se incrusta.


Abolir la ambición es una tarea desequilibrada. Nadie puede alzar la mano para respaldarla.
La ambición no es una necesidad humana, está en el lado opuesto. Un hombre ambiciona subir a lo más alto de una montaña; lo que realmente necesita es bajarla luego.

Divisiones menores

No visites al doctor si te duele. El problema está en todos los órganos.

Perfiles


Parece un ejercicio sencillo imaginar una cosa. Amar desmiente aquella ilusión. Ese acto se distingue, justo, por la distorsión, se alimenta de la distancia sobre lo que antes la mente ha querido organizar entre copias y originales, fetichizar como origen. El que se enamora revuelve. Ante él, bajo el influjo de cualquier poesía, las cosas serán solo un perfil indefinible, el límite exacto entre el horror y lo sublime. Hace de equilibrista ahí. El amor suspende los quilos y las debilidades, púberes o decrépitas, incita a la acrobacia riesgosa, salta el enamorado en un pie tantas veces como el espanto por la caída se lo permita.


Y si cae o asciende, si el objeto de su comtemplación era una rama negra o maná, el resultado es el mismo. En ambos casos el amor ya no es el responsable. Solo la locura.

lunes, 3 de marzo de 2008

Quiebra


En toda ficción llega un punto en que todo lo que se ha dicho se vuelve insoportable; debe, por tanto, cambiar inexorablemente de dirección. Predidos entre insuficiencias o hartos de excesos, personajes y lectores capitulan con el sentido y le dan la oportunidad de que surja nuevo entre los escombros de la historia que había comenzado cautivando la atención con un guiño, tal vez con un perfil, pero que en el proceso en el que bajo supuestos debía quedar completa fue desgranando sus partes, invirtiendo sus beneficios, sus enmiendas hasta hacer de ellas el fondo sobre el que, desde el centro, centrífugo sí, todo se hará nada. Un castillo de nada. Un monumental homenaje a la fuga. Las presencias que, ida la ausencia, no son ni ellas mismas. Ni sombras ni su presentimiento. Rudimentos de una pregunta.


Rara vez algo sólido, pero se quiebra. Nos usa para separarse. La conciencia coincide y se separa también. Da la impresión. Es la impresión misma.

domingo, 2 de marzo de 2008