lunes, 27 de diciembre de 2010

Como yo lo ve

Dos personas se encuentran en un punto de un camino, dos desconocidos, cada uno hacia un lugar diferente. Un camionero trabajando y un autoestopista a la deriva, le pide un aventón. Se impone un esquema: el camionero como parte ancilar de la historia del autoestopista.


Más camioneros que autoestopistas, todas las personas corrientes en todos los puntos en los que tocamos a los otros somos igualmente fugaces accesorios, imbuidos en rutinas equidistantes (todas en el grado cero), del escenario de una gran obra mediocre, más que por necesidad, por descuido, por defecto.


El escritor se resiste como puede. Su camino, a lo mejor, un único camino. Alguien que viaja con un lapicero da los pasos, cuanto más, una sola vez.


Es decir: escribir abole la cotidianeidad propia sometiendo la del prójimo. Es un tipo de canallada. Egotista, egocéntrica, ególatra, egomaniaca. Y su costo es la más pura soledad, pulidos todos sus extremos.