sábado, 22 de mayo de 2010

Despierto

No me pidas que esté despierto. Tengo mucho que soñar.

sábado, 15 de mayo de 2010

Héroe en el infierno

Cuida esa sonrisa honesta -dijo el diablo- que, por ser lo más valioso que tienes, es lo primero que puedes perder.

viernes, 14 de mayo de 2010

Unas palabras

Dado que tu vida no es una obra maestra, no veo por qué no puedes resumirla.

martes, 11 de mayo de 2010

Mi lugar y tu redundancia

Si yo fuera tú no podría ser yo siendo tú.

lunes, 10 de mayo de 2010

Figuras literarias

La literatura existe para seguir alimentando el misterio. Mientras la ciencia acorrala al cuerpo hasta hacerlo caber en un frasco, la literatura se pregunta desde fuera cómo es posible que ese cuerpo encerrado sea de lo que todo se trata, si no se le oye el reclamo.
Todas las palabras de un libro de ficción, de un buen libro de ficción, son un manifiesto de la incomprensión de la mente. El orden que reproducen es la conciencia misma fuera de su lugar natural, el blando cerebro, y la fantasía es el suelo que si los científicos tuvieran ojos para ver, sabrían reconocer como un mundo nuevo cada vez y por lo tanto como una promesa de que el mapa y sus coordenadas matemáticas no son más que un pañuleo para secarse la frente luego de un día de trabajo entre probetas y quizás un buen café.
Por eso, si alguna vez la mente es igual a equis, todavía queda la pregunta: ¿qué es todo esto en el papel?, ¿por qué una máquina, que puede calcular torres de cifras y ganar partidas en el silencio más absoluto, es incapaz de producir literatura? Y no se pregunta tanto por la capacidad, como por el hecho de que estamos vivos también fuera de nosotros, fuera de las células, en medio de un panorama cuyas fronteras ignora incluso el propio creador, producto y causa imposible de computar.
La misión de la literatura, hoy más que nunca, amenazados como estamos por el copamiento de discursos que pretenden superponerse a la cultura con IA, es la inversa a la que abandera Michel Houellebecq, empecinado en asumir el punto de vista del futuro genómico, empecinado en el rol apretadamente sociológico de la palabra: llevar la contra a todo proselitismo que intenta limitar la mente a reglas, gráficos, experimentos, explotar los recursos de la periferia, girar el dedo sobre la palabra abierta, abrir la cultura desde el centro de sus preocupaciones universales, desde el absurdo lúdico, desde el circunloquio y la metáfora tras la metáfora, en fin, darle la posibilidad al lector de que siga habitando un lugar cálido sólo para él, donde se reconozca, donde se enajene y donde se apropie de otros seres, mientras espera la llegada de los bárbaros ilustrados, dispuestos a decir que, finalmente, faltan pocos días para que la literatura sea igual a equis (en el caso de que así sea, no deberá ser más que un nuevo punto de partida).
(todo esto es muy fácil de ver, por otro lado: la palabra en un laboratorio se reduce esquemáticamente, mientras que en una obra se expande sin control, aunque solo sea en una simulación de grandeza, en un alarde de euforia)

De Esperando a los bárbaros (1980)

"No es que vaya a sucederme lo que le sucede a algunos hombres a cierta edad, un declive desde el libertinaje a la venganza por su deseo impotente. Si mi ser moral estuviera cambiando lo notaría; y además, no hubiera realizado el experimento tranquilizador de esta noche. Soy el mismo hombre de siempre; pero algo ha cambiado, algo me ha caído del cielo, al azar, de ninguna parte: este cuerpo en mi cama del que soy responsable, o al menos lo parece, si no, ¿por qué lo tengo conmigo? De momento, y quizá para siempre, estoy desconcertado. Parece ser lo mismo que me acueste junto a ella y me duerma o que la envuelva en una sábana y la sepulte en la nieve. No obstante, al inclinarme sobre ella y rozarle la frente con las yemas de los dedos, tengo cuidado de no derramar la cera".

domingo, 9 de mayo de 2010

Momentos de felicidad

Va un tipo listo y le pregunta al Oráculo:

-Quisiera saber cuándo fui feliz. No lo recuerdo.

El Oráculo responde:

-Debes explicar tu deseo y te será concedido.

El tipo listo encuentra todo ello muy justo y dice lo propio:

-Quiero esos momentos para ser nuevamente una criatura capaz de sentir. He olvidado lo que me hace bueno, lo que me hizo feliz.

El Oráculo aceptó su respuesta como justificación, pero, antes de decirle lo que el hombre quería oír, advirtió:

-Han sido muchos momentos de felicidad los que te ha tocado contemplar. Ahora que te los enumere, los recordarás y no podrás creer cuántos. Por ese triste motivo, tampoco podrás creerme.

Falta no sancionada

El que no le tiene respeto a su nombre no respeta nada en absoluto, es decir, se irrespeta a sí mismo tal cual es.
Por eso el tipo que juega con el suicidio para escapar de sus responsabilidades se siente más tranquilo cuando descarta esa posibilidad: confrontado como estaba al vacío inminente, el nombre, una vez de vuelta(o), le queda más ancho, tiene nuevamente espacio para respirar, sobre todo viendo al resto tan metido en su papel, ay, cómo se puede aprovechar uno de tanta estupidez.

Ambos lados

Debajo de las palabras el trajín es intenso (gestos, susurros, olores, epifanías, convalecencias); sobre las palabras caminamos sonámbulos dejando que se nos caigan de la boca antes de pisar el siguiente vacío.

Coda y figura

Porque la vida adulta es como aquel auto que compraste para escaparte con una mujerzuela, pero que pusiste a nombre de tu esposa.

viernes, 7 de mayo de 2010

Vértigo (sí, la película)

Verla en otra mujer es sencillo. Imítala: sé ella: camina sus calles: prueba su vida: sus hombres: ríndete a los pies de sus frustraciones: rechaza a aquellos que no supieron ganar un lugar en su cuerpo: recházate: (y una vez triste como tú y quizá a su manera, no lo sé, lo sabrás) acaba como ella.

Destinatarios (la virtud del sensacionalista)

Voy a esciribirle un correo por su cumpleaños. Ella está muerta.

Amada en el espejo

Ella me importaba cuando era niño. Ahora me importo yo cuando ella me importaba.

Cuando se acaba

¿Adónde fueron los rezos que al pie de la cama del enfermo susurraban el rústico y el ilustrado que nada sabían de la penicilina? ¿Qué lugar les asignamos ahora que los ojos se posan en las luces de una máquina respiratoria y mejor cerrar los ojos, la boca y no pensar? El lugar de la vegüenza me parece muy estrecho. Quizá los encontremos en aquel lugar adonde va el amor cuando se acaba.

Suspendido

Cuando todo esto haya terminado, ¿con qué alas van a volar estas palabras?

Y el punto es

Cuánto ego en estas gárgaras de yo. Empiezo a saber mal. Empieza a ser esta garganta la de otro.

Metamorfosis by the way

No debería estar tan concentrado en un punto porque corro el riesgo de transformarme después de todo en un maldito punto.

Horadar las horas

Pensé que circa las once algo en sí tenía y nada: el reloj me lo he comido hace mucho y marca la hora con la batería de mi corazón. Hoy, sin ir muy lejos, miro la tarde y no puedo evitar que todo esto se chorree.

Vale también lo anterior con la palabra "gramática" en lugar de reloj: tanto libro para qué: es el pulso el que gobierna.

La espera del alfarero cerca de su obra, quizá viendo televisión, o de por qué solo es bueno escribir cuando quema

Y estas palabras estarán secas en muy poco tiempo y junto con ellas yo.

Sensatez y sensibilidad

Somos las criaturas más sensibles de todo el reino animal solo para que nos quiten todo todo el tiempo. Ni la razón ni los sentimientos son privilegios. No tenemos ninguna responsabilidad derivada de su posesión.

¿Para quién escribo si el dolor es mío?

Es extraño. He de buscar la respuesta en los incisos, en esas frases que son como la palmada en la cabeza que da el adulto al chiquillo reconociendo todo lo que le falta para crecer. Sin ir muy lejos en la búsqueda, esto, y quizá todo lo escrito hasta el momento por aquí, sea un inciso. Y entonces no es para quién escribo, porque no es que algo escriba: solo guardo cierta consideración (para conmigo).

Contra Vallejo, con admiración y a imitación del respeto ausente en sus versos

Cantarle al dolor humano es vulgar, una falta de respeto por todo lo único que tienen las miserias de cada día, un robo de lo que en el dolor me hace yo.
Las heridas son para chuparse un dedo: mi dedo, mi dedo en el recuerdo de la infancia, un dedo pequeño que a ver quién reconstruye mejor que mi imaginación, si las fotos no han sido tomadas y las pocas las ha dejado mi madre perdidas entre sus propias tristezas.
El milagro de un lugar como este es precisamente la voz en todas partes, pero que al menos por el momento solo está mía y de mi parte. El símbolo hecho nombre propio con abuso de minúsculas (porque toda palabra llevó alguna vez, y no lo crees y así son los milagros, una mayúscula inicial). El mensaje para mí a expensas de este lenguaje sucio de caminos otros.
En mi dolor, desde mis heridas y un abandono que de universal nada tiene, un abandono de patio de losetas que solo yo recuerdo y olores que son solo míos (¡ah, destino cabrón, nos hiciste tan sensibles para quitarnos todas las veces el objeto!), mis dos madres dándole la espalda a un niño que nada comprendía, pero sobre todo al hombre que está condenado toda la vida a ser niño para entender que así no podrá entender nada nunca, en mi dolor, sí, me chupo ese pequeño y real dedo y a ver quién adivina mejor que mi imaginación cómo sigo hablando con la boca tan ocupada.

Naturaleza de un dolor bastante personal

Es ciertamente un dolor denso, caprichosamente alojado en las entrañas, palpitando con el asedio de los recuerdos, un dolor de bien adentro, de agujero en la sangre y, como tal, lo cubren muy bien estas palabras. No en vano ellas y su fiebre, sobre todo la fiebre, me han arrastrado sin hambre hasta estas horas del almuerzo, nutrido de símbolos vacíos, no en vano porque a falta de madre bueno es regresar al tiempo en que no se hablaba.

sábado, 1 de mayo de 2010

Sobre sello sea

Hoy tengo un humor de moneda de dos caras
el sello y el sello y
he apostado con la noche que se cae de
madura que
hoy puedo hacer un esfuerzo y
se ha reído y me ha dicho sardónica la viuda
podemos echarlo al aire.

Comenzar con una despedida

Ayer finalizó abril. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.