jueves, 27 de octubre de 2011

Los peces positivos o de la persistencia de la locura

Son actitudes muy diferentes las derivadas de lo que podría llamarse "partir de la verdad" y "llegar a la verdad". El que dice “tener convicciones es conveniente” parte de la verdad. El que dice “no creo en nada, porque todo se refuta con mucha facilidad” hace el proceso inverso y, desde luego, fracasa, porque no se puede hacer del futuro un presente sin anhelar otro futuro de inmediato, otro que lo sea como tal.
La neurosis parece muy relacionada con uno de los caminos, con el segundo (lo menciono porque la salud es para algunos una de las garantías más estables de la doxa actual, ethos más allá incluso de lo verdadero y de la felicidad, ya casi en desuso: si es saludable, ¿no es verdad que es conveniente, no es verdad que es deseable, no es verdad? Lo saludable hace algo que la verdad no siempre consigue: funciona. Y si funciona, ¿qué más podemos pedirle?). El camino del escéptico, que es más bien un desapasionado de casi todo y que quizá a lo único que no renuncia es a decir no, armado con un empirismo fragmentario y muy insistente a la hora de estrellarse contra los modelos de realidad.
La salud mental, en cambio, está estrechamente relacionada con la actitud contraria: dar un puñado de simplezas por verdades y partir de ellas hacia el resto del mundo, feliz porque se puede perder todo menos la hermosa pecera que nos dice cuál es el límite de la realidad.
pd. Queda en el tintero "Arte en las peceras" y "Sobre la posibilidad de romper el cristal con la infelicidad sublimada"