Porque al imaginar que el punto en que dejamos de ser la luz marchita un túnel, escuchamos el silencio, más solos incluso que en la gramática que nos regala una comunión de eses, una cópula de sustantivos comunes entre un nosotros, siquiera ellos, los amantes, que callan sabiendo la exiencia de un grito. Cuando no queda nada, ni la misma página en blanco o el monólogo de izquierda a derecha, se calcina la voz
-repito para mí con la esperanza-,
escucho el silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario