prefiero guardar el silencio en tres dobleces, armar
murallas con las cartas que aun no entrego
pequeña casa con una sola ventana
pequeñísima por la que entra un solo rayo de luz descendido
desde la espalda del sol
apenas sobre el revés de su mano delicada andando como animal nuevo
sobre lo demás.
Cuando ella dice la verdad
con esa voz que no dirige que se concentra en su ritmo palpitante
con el mirar coincidido
con la víspera añeja,
cuando ella dice la verdad
y me pregunta
y me libera de las palabras
yo carne, yo hueso,
yo aliento,
digo no.
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