La comunicación no garantiza nada, ni siquiera un par de personas. No lo sostengo por nosotros, que hablamos solos. Quizá nuestras ocurrencias, no tan excepcionales como nos hacen pensar los manuales, tengan el favor de la codescendencia. Pienso en cambio en las palabras en su más modesta condición (por ejemplo la palabra "ahora" cuando nos refleja presentes): voluntariosas de simetría, típicas, interiores, frías.
En sí mismas, acompañan.
¿No han mirado con atención, por ejemplo, el volumen de lo escrito? Corre un río de confesiones hacia algún final.
¿Quién las espera, quién ha pedido primero la palabra?
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