es una almacen de repeticiones que odiamos porque sabemos de qué van y de qué vienen y todo ello nos circula pasivo por las venas, sangre negra, espesa, para el dios de nuestros días dulce, su infinito recuerdo nos contiene y se atraganta. Lo recuerda todo: el paso, el segundo y la caída.
Yo tengo hambre de aquello, porque soy cada vez diferente y para cada vez hay un dolor único, y ya va siendo bastante, es hora de ver cómo sufro y no sufrir más.
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