lunes, 19 de marzo de 2007

Inauguración


El mundo acabará cuando no quede nada más que citar, reflexionan algunos de mis compañeros, cuyos nombres reservo para evitar el ridículo colectivo. Ese día está cerca, me toca responder. Las teconologías virtuales están impulsando la cultura de la intertextualidad en grados incontrolables, de tal manera que la palabra fundacional es cada vez más prescindible: todo ha sido dicho, se ha dicho, y con mucha convicción se asume esa premisa. Pero la cuestión real es que ya no hay tiempo ni espacio para el olvido: coloca la palabra en la barra y listo. ¿Para qué añadir más al cántaro?, se preguntan los más adecuados. Para eso están las comillas.

Somos finitos en nuestra forma de representarnos y, sin embargo, la proliferación de los textos virtuales será infinita. La constatación creó el cáncer.

Frente al encierro, yo soy más anacrónico, lo que en este contexto significa muy poco, si es que no significa lo contrario a lo que originalmente significaba. Al pavor a la superficialidad de los discursos repetidos frente a la institución de los sentidos heredados por las mentes consideradas más brillantes, le sumo uno anterior: el miedo a que la institución de las palabras estanque las posibilidades de representación que, creo yo, todavía quedan.

No todo está dicho. Las palabras son abstractas, pero no sus condiciones de posibilidad. Lo mismo, podrían refutarme, vale para las citas. Sí y no. Las comillas pueden no ser suficientes, no si se utilizan para encerrar la cita. Hay un ejercicio delicado, generalmente omitido, que posibilita encerrar una cita y abrirla.

Recomiendo escribirla de nuevo después de haberla olvidado bien.

2 comentarios:

LuchinG dijo...

Hola Marco.
Tal vez se haya dicho todo, pero qué diablos, uno también tiene derecho a decir lo suyo, aunque venga mezclado con un montón de cosas.

Acabo de entrar a Gambito de Peon, gracias por el enlace.

Marco Tulio Capica dijo...

Sí, haces bien en mencionar la palabra "derecho", Luching. La voz es una cosa pública y política, aunque algunos intimistas cuestionen ese aspecto.

Como todo derecho, este no es menos expugnable. ¿La resistencia? Esa mezcla de la que hablas.