Primera instrucción del oráculo:
buscar, palpando las rugosidades del cielo
centurias
por venir,
(porvenir)
corroer su tan negada claridad!
primera condición del cielo:
desmenuzar la casualidad del oráculo
lo ojos postrados, sin dejar que los pies quepan
-sin más-
recoger a cambio las señales
que no tardarían en secarse o que no podrían ser menos
que las babas de una penosa libertad.
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