Hoy los médicos se han puesto de acuerdo:
hay colores buenos y hay colores malos.
Nada de preferencias:
el asunto es objetivo:
hay colores buenos y hay colores malos.
No se han pronunciado, sin embargo,
sobre otros epítetos
mansamente canonizados
por la memoria: la atroz flecha del estío personal.
En ella, el rojo está lloviendo
a cántaros
sobre estepas doradas que de tanto extenderse
no se ven
no se ven
no se ve
ni su color
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