viernes, 31 de agosto de 2007

Rigor mortis del alma


¿Qué has entendido, pequeña?


Me dice que podemos luchar contra la enfermedad. Yo le dije que había pensado en morir y que eso era una cura perpetua.


¿Qué has entendido, que el miedo es lo único que te comunican mis palabras?


¿Qué ve cuando me oye sentado desaparecido para mí mismo? Pienso que un cuerpo. Pienso que ve un cuerpo, porque su reacción es la de otro. Las cosas tienen que estar ahí, ¿verdad?, ahí y no más allá. Las cosas deben poder cogerse. Si algo no se coge (abraza, besa) no es, ¿verdad?


Yo te explico que lo que no está ahí (ni aquí, por supuesto, aunque así lo pretenda) puede no solo ser más que las cosas tal como las piensas, sino que además tiene los mejores atributos (los dos primeros del decálogo de dios o el manual para acabar con la vida: omnipotencia y omnipresencia...). Es fuente de la palabra verdadera en tanto original (siempre, no obstante, repetida). Las confirmaciones que a ella se puedan agregar carecen de todo respeto y consideración (para el que las dice y para el que las recibe), dado que solo puede nombrarse lo que está para todos en un sentido convencional, y esto lo está en un sentido divino y, por tanto, subjetivo.


A medida que muero me acerco más a mi mejor versión.


¿Qué has entendido, pequeña?

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