lunes, 28 de julio de 2008

Sobre los espejos


Acaba el título y ya lo niego, me devuelve como otro. Es la historia de las palabras que se derraman de nuestra boca con la palidez de un recién difunto, la historia de un nosotros que nos implica solo porque nos abandona o porque puede hacerlo desde la seguridad de la mayoría del otro contra la duda del yo. Ese maldito yo. Bajo los pies temblando los equilibrios: no mirar hacia allá, mantener el cuello erecto, las plantas pegadas, fingir estatuas ad honorem, las instrucciones del fotógrafo que nació un mañana!... ¿Cuánto tiempo? ¿Una, dos adolescencias? Yo, en perfidia y en verdad, hace mucho que bajé la mirada, no supe presentirme y con el tiempo he querido ver los ojos que ven, como si en el fondo el espejo reflejado en delicada miniatura, como si en la sal, se tuviera la composición necesaria para la línea que nos va a dividir. Y solo lágrimas, mi Reflejo, solo lágrimas desde el abismo abierto arriba, solo lágrimas eran. ¿Del pudor? ¿Del abandono? Del buscabas siendo y no eras. Tus plantas bien pegadas, dije. Todo una estatua, dije, tantas cosas, dije, dije, dije

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