miércoles, 28 de abril de 2010

Sistemas de recomendación, yo y mi otro yo

Entiendo la vida ahora en tiempos de información masificada para (ergo) seres masificados como una ejecución a pequeña escala de los grandes sistemas de recomendación que nos rodean, un resumen del universo de cosas dichas que siempre nos han producido como lugar de encuentro, pero que ahora multiplica sus centros sistematizándolos hasta el casi infinito, y por tanto nos deja atrás, muy atrás de nuestras esperanzas egoístas. Una vida minúscula de adolescencias de cintas mal grabadas era cien veces más breve, pero también mucho menos histérica, más lastimera, pero también menos virtual.
Así, nota para las máquinas del mañana: rodear al neonato de sistemas de recomendación de todo lo que la cultura es, laberinto hecho de puras salidas solo para que salga y salga "a su manera". Lo tendrá todo para ser...
...pero ¿hacia dónde?
Y es que lo que sigo sin entender es quién recomienda y quién pide la recomendación. Esos dos polos siguen siendo las dos nadas tantas veces discutidas. La información corre de un lugar a otro, deteniéndose en tantos instantes instrascendentes (nosotros, nuestros cuerpos que acumulan transidos de suficiencia las voces que son ecos) que ni siquiera juntos forman un mapa o un perfil.
Al final de mi vida, cuando Dios-Hacker, para quien todos los archivos están y no están ocultos, revise mi disco duro, solo encontrará algunas variables de combinación entre trillones de canciones, películas, libros y hasta momentos que fueron para todos, para cualquiera, variables repetidas en el pasado y pendientes de repetición. Mi cerebro latiendo encandilado, porque por fin, ya era hora de recibir los créditos por sus modestas, pero impecables simulaciones.
La huellas digitales borradas, no tendré mano que ofrecer, ni siquiera las disculpas del caso, y por supuesto nada que decir salvo te lo dije o te dije que alguien más lo había dicho.

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