viernes, 18 de junio de 2010

Renunciar al placer

El hedonismo tiene un poder puramente retórico, no espiritual, por eso es verdadero, pero también intrascendente. La condición de alguna criatura puede ser la dolencia, como cualquier otra. La condición es, en sí misma, una ficción.
Renunciar al placer es una manera de hacerse a sí mismo. Demuestra, en el mejor de los casos, que uno puede ser materia de la obra propia. El hedonista se desaparrama por donde su placer lo guía; el estoico decide dónde estar a cada momento y lo confirma nada menos que con su voluntad y presencia. Para el hedonista solo están las cosas que le dan placer. Ni él mismo se encuentra ni mucho menos se sabe.
Nada sabe quien renuncia a sufrir.
El hedonista vive temeroso del displacer. El estoico vive orgulloso de su sufrimiento.
Y sin embargo uno convence a todos y el otro a nadie. Así estamos: desalmados, cobardes, ínfimos.

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