miércoles, 26 de enero de 2011

Enseñar (monólogo y memo y proclama -con cariño-)

Entonces tu mejor amigo habla mal de tu hermano, por poner un ejemplo, y por supuesto haces mala sangre y te duele el alma o le dices es que acaso nadie te ha enseñado que hablar mal de un familiar de tu interlocutor es poco delicado y que eso genera sentimientos parecidos al odio contra el maleducado en cuestión y que ese odio o pseudoodio dirigido contra un mejor amigo genera un tremenda confusión del tipo es mi mejor amigo pero lo odio por tanto no tengo mejor amigo o yo estoy mal por odiarlo o las dos cosas juntas y ves todo lo que generas por no haber aprendido a dejar la lengua quieta y digo dejar la lengua quieta por no decir la grosería que desde luego en estos momentos sería muy sano decirte, grandísimo mejor amigo?
Argumentadores del mundo: eduquen a sus rivales, no los derroten o busquen pisotearlos, no se guarden cosas, entréguense de la manera más auténtica posible a la discusión, dejen atrás el ego y compórtense con las maneras del sabio y noble sabio, porque la raíz de todo los conflictos es la falta de cariño y/o consideración.
El que deja de dar cariño comete el peor de los pecados. Siempre. Y el demonio es el que dice: "Ay, qué suceptible". El exceso (de delicadeza, de susceptibilidad) nunca será un mal: el mal es el chusco (son también demoniacos el picón y el envidioso, toda vez que han cambiado la caricia por el pellizcón, sobre la piel del inocente y la suya propia).
Hijos del resentimiento socioeconómico, moral y psicológico: arrepentíos. Al resto nos toca darles cariño hasta llegado el momento (el momento en que olviden haber carecido de amor o atención o el nombre que le pongan a la sensación de bienestar que da una caricia en el momento justo, u otro momento del que hablaremos luego).

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