martes, 19 de junio de 2007

Juntar palabras


De una manera u otra están aquí. Unas, otras.

Algo faltaba antes, cuando las cosas estaban en su sitio. Podía ver que todo pasaba muy despacio por fuera, que nadie acudía realmente y que las soledades no pueden recibir exponentes. De regreso, estrechar sonidos permanentes no podía menos que postergarse: quedaba fuera siempre una mentira:
...eran las palabras o las mentiras, nunca ambas. Y era verdad que eran mentiras...

Sentir su inevitabilidad, desde luego, no era resultado y mucho menos indicio de nada que no fuera la mínima presencia, siempre tan discutible como innecesariamente trascendente, del paso del tiempo, de mi vitalidad en cualquiera de sus regresos (aún me debo, y ahora que lo considero en frío quizá más que de costumbre, una arqueología de esos deshechos). Con la objetividad que no me caracteriza, sostengo alguna de las miserias de la madurez para justificar el miedo sin más. Podría también transformar lo menos posible (con tal de dejar fuera del cuadro aquel perfil de frente) las condiciones de posibilidad de las caídas y tentar simulacros en los que ambos nos encontramos sin querer y nunca nos vamos. Podría.

Lo escribo, entonces; nuevamente junto las palabras -y podría. Sin querer-.
Y nunca nos vamos. Las palabras o las mentiras. Unas, otras.

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