miércoles, 25 de julio de 2007

Reglas del juego


Te explican un juego, lo entiendes: sus piezas, las reglas básicas (con las que ganar o perder), a veces ganas, a veces pierdes. Ahora, ¿cuándo cesar en el cuestionamiento de las explicaciones?, ¿cuándo debes decir "entendí" el juego?, ¿es suficiente ese primer nivel?, ¿cuán pertinente es preguntar sobre la necesidad de que las piezas sean esas y no otras o por qué a los billetes del monopolio se les ha adjudicado ese valor o por qué el juego debe durar ese lapso o por qué juegan tantos y no más o menos?

¿Quien se hace esas preguntas es más listo o más idiota, entendió menos o quiere entender más?, pero ¿son preguntas por el juego mismo o por reglas anteriores a él (y, por tanto, innecesarias)?

Son preguntas, en todo caso, no tanto para los jugadores como para él o los creadores del juego, para quienes han resumido su esfuerzo creativo en un apretado decálogo de reglas y la dinámica de las diferencias en un puñado de fichas y un tablero que se puede patear. Y son útiles solo en la medida en que permitan un cambio (¿toda novedad es una mejora y viceversa?) o que precisen la necesidad de que ciertos aspecto no deben cambiarse a riesgo de empobrecer el estado actual de las cosas.

Quizá, entonces, no sea más idiota o más listo quien así se pregunta, sino solo el obrero de otro espacio, uno antes y también después de los artificios del creador.

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