sábado, 4 de agosto de 2007

Tríada de una cosa

El espejo está empañado

aquí, puedo señalarlo
justo aquí
-un punto-
con el dedo más largo
-ese que besabas hasta gastarlo,
y volverlo el más pequeño
incluso que el más pequeño-.

Espero al voltear tu rostro
el gesto indescifrable o cifrado
leyéndome en el espejo,

pero el vapor que apenas vemos nos evade, nos demora
y yo recién termino el mensaje
tu rostro con un gesto indescifrable
o cifrado.

Lo más trágico de hablar sola

es hacerlo acompañada.

La gente que deambula
que habla sola
puede ser heroica
llevarnos a las lágrimas:
da de tumbos
conmovedora
llevarnos a una risa muda:
conmovedora.

A menos
-siempre hay “menos”-
a menos que a su lado
se pinte la sombra de la locura
un cojear de pierna extensa
un malabarismo muscular
tan sano.

En ese caso
solo en ese caso
hablar sola
deja de ser una gracia
solo en ese caso
acompañada.

Malas compañías

Ayer aprendí a encender un cigarrillo
nada más.

Lo vi consumirse poco a poco
pitado por pulmones aéreos
solo, sin una boca,
sin un silencio o una tristeza o un frío.

Era triste. La verdad
era triste.

Entonces lo acerqué
despacio
sin compasión, si bien es cierto, pero despacio
y justo antes de besarlo
pensé:

nada más.

Lo dejé solo,
apagándose ya.

(escrito y dirigido por Peta)

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