sábado, 22 de septiembre de 2007

El fin de la eternidad


Como ninguro de los anteriores, el año pasado terminó lentamente, con premuras ajenas y la mirada escampando fuera de los días que empezaban a ser de calendario. Sus últimos meses fueron una espera que me dejó más de una vez sin aliento por lo que vendría a mí y por lo que sabía que no podría dejar de ser en el caso de que las cosas se ordenaran, sea cual fuere la manera que les estaba reservada de antemano.


Di lo pasos necesarios; me dejé estar.


Había cierta belleza en la presión que el tiempo ejercía sobre lo que llamaba expectativas. El tiempo fue justo en cada movimiento. La madurez, mi lucha contra todo lo que ella quiere encarnar, nos enseña el camino en el que eso puede ser confirmado.


Ese año, hoy también, no ha dejado de ser un milagro suspendido en el aire. Por su misterio y por su revelación.


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