lunes, 10 de mayo de 2010

Figuras literarias

La literatura existe para seguir alimentando el misterio. Mientras la ciencia acorrala al cuerpo hasta hacerlo caber en un frasco, la literatura se pregunta desde fuera cómo es posible que ese cuerpo encerrado sea de lo que todo se trata, si no se le oye el reclamo.
Todas las palabras de un libro de ficción, de un buen libro de ficción, son un manifiesto de la incomprensión de la mente. El orden que reproducen es la conciencia misma fuera de su lugar natural, el blando cerebro, y la fantasía es el suelo que si los científicos tuvieran ojos para ver, sabrían reconocer como un mundo nuevo cada vez y por lo tanto como una promesa de que el mapa y sus coordenadas matemáticas no son más que un pañuleo para secarse la frente luego de un día de trabajo entre probetas y quizás un buen café.
Por eso, si alguna vez la mente es igual a equis, todavía queda la pregunta: ¿qué es todo esto en el papel?, ¿por qué una máquina, que puede calcular torres de cifras y ganar partidas en el silencio más absoluto, es incapaz de producir literatura? Y no se pregunta tanto por la capacidad, como por el hecho de que estamos vivos también fuera de nosotros, fuera de las células, en medio de un panorama cuyas fronteras ignora incluso el propio creador, producto y causa imposible de computar.
La misión de la literatura, hoy más que nunca, amenazados como estamos por el copamiento de discursos que pretenden superponerse a la cultura con IA, es la inversa a la que abandera Michel Houellebecq, empecinado en asumir el punto de vista del futuro genómico, empecinado en el rol apretadamente sociológico de la palabra: llevar la contra a todo proselitismo que intenta limitar la mente a reglas, gráficos, experimentos, explotar los recursos de la periferia, girar el dedo sobre la palabra abierta, abrir la cultura desde el centro de sus preocupaciones universales, desde el absurdo lúdico, desde el circunloquio y la metáfora tras la metáfora, en fin, darle la posibilidad al lector de que siga habitando un lugar cálido sólo para él, donde se reconozca, donde se enajene y donde se apropie de otros seres, mientras espera la llegada de los bárbaros ilustrados, dispuestos a decir que, finalmente, faltan pocos días para que la literatura sea igual a equis (en el caso de que así sea, no deberá ser más que un nuevo punto de partida).
(todo esto es muy fácil de ver, por otro lado: la palabra en un laboratorio se reduce esquemáticamente, mientras que en una obra se expande sin control, aunque solo sea en una simulación de grandeza, en un alarde de euforia)

No hay comentarios: