a ser el hermano menor del mundo
a ser el empleado del mes cada dos meses
a ser un poco más victimario que víctima
a los pelos entre mis dedos
al ecosistema de los carteles que lo escriben con mayúsculas
a los edificios y sus lunas sin nada detrás
a los dueños de los perros y a los perros de los dueños
a despertarme siendo un experto en sintaxis generativa
a olvidar o a recordar solo lo pasado
a los personajes de cine en mis espejos
a ciertos domingos que empiezan en la noche y terminan en la mañana, en el trabajo
a las hojas de ruta que tan bien sé hacer
a mí cuando me traiciono
a ti hasta que me traicionas
al amor delatado
a la vida extraterrestre
al mañana de hoy y al hoy de mañana
a todo lo que está debajo
a las tarjetas de cumpleaños
a las malas intepretaciones hechas con buena voluntad y a las buenas interpretaciones hechas con mala voluntad
a la mentira que es ficción y a la ficción que es mentira
a los juicios, privados o populares
a las necesidades navideñas
al final de cada canción
a la competencia desigual entre personas y gente competitiva
a las caricaturas no profesionales
a la nostalgia sin pasado
a la continuidad de los parques
a cada una de mis fotografías
a ella, la que está lejos
a los héroes, intelectuales y políticos perfilados en los billetes
a las noches en las que he comenzado a pensar y me he quedado dormido
a las mañanas siguientes
a los inventarios
a completar la media noche
a mis manos cada vez más
a la diversión y a sus indomables esbirros
al corralito
a la posibilidad de todo gremio
a las malas artes y a las bellas
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